Un acuerdo salarial y muchas cosas por resolver en la Liga F | Fútbol | Deportes

El Johan Cruyff el pasado fin de semana, cuando se debía disputar el primer partido liguero.
El Johan Cruyff el pasado fin de semana, cuando se debía disputar el primer partido liguero.Enric Fontcuberta (EFE)

Fue una jornada de tensión, de tira y afloja porque se acumularon las horas alrededor de la mesa, pero los cinco sindicatos (FUTPRO, AFE, Futbolistas ON, CC OO y UGT) que representan a las futbolistas y la patronal que aúna a los clubs con la Liga F acabaron por estrecharse la mano y firmar el acuerdo para para lograr desconvocar el miércoles por la noche la huelga, para que la pelota volviera a rodar. Así, la nueva temporada se estrenará este viernes a las 21.00 con un Valencia-Real Madrid, competición que ha gobernado con mano de hierro el Barcelona en las últimas cuatro temporadas —incluso ha levantado dos Champions—, con muchas diferencias al inicio del periplo pero que con el paso del tiempo van menguando, cada vez más profesionalizados los clubs, con futbolistas internacionales, también campeonas del mundo. Si bien quedaría por resolver que todos los partidos se disputaran en hierba natural y que las estructuras técnicas y deportivas fueran tan profesionales como se les exige ser. Eso, claro, se deberá discutir en el convenio colectivo de tres años que todavía está en pañales, muchas aristas por pulir y discutir.

Con una actitud inmovilista y hasta cierto punto desafiante, la patronal aclaró que la huelga era un problema de las jugadoras, de la imagen que estaban dejando, pues varias ya se posicionaron en las redes sociales a favor de competir antes que luchar por el gremio. No estaba dispuesta la Liga F a ceder mucho, a ampliar el salario mínimo bruto —que estaba fijado en 16.000 euros anuales— a los 23.000 que pretendían los sindicatos, que también se plantaron en esa cifra, con pocas ganas de rebajar más. Fue el Servicio Interconfederal de Mediación y Arbitraje FP (SIMA) el que desencalló el enredo con una propuesta que tras 10 horas de discusión y varios recesos de por medio acabó por sellar la paz. Al menos en lo económico porque se fijó el salario en 21.000 euros, 22.500 y 23.500 para los próximos tres años, con una revisión salarial —basada en función del crecimiento de los ingresos comerciales— para poder llegar a 23.000, 25.000 y 28.000.

La clave es esa revisión salarial porque por primera vez se acordó crear una comisión patronal-sindicatos —se constituirá antes de que acabe septiembre— para supervisar esas acciones y el dinero que se ingresa, para tratar de trabajar conjuntamente en beneficio de las jugadoras y poder aumentar las tablas salariales. Si bien se sabe que este año será muy complicado cumplir con los requisitos, más que nada porque la Liga F todavía no tiene patrocinador, las ideas ya brotaron en la jornada del miércoles, pues se va a crear una bolsa para aumentar los salarios mínimos, se va a tratar de organizar un partido entre las jugadoras más destacadas -al estilo All-Star de la NBA- y todo lo recaudado neto irá a parar a esa bolsa…

La comisión, además, exige legalmente que la patronal tendrá que mostrar el ejercicio económico del año —cosa que hasta ahora no ocurría—, lo que facilitará a los sindicatos poder trabajar en el crecimiento del salario mínimo. Aunque todavía hay cosas por hacer y acordar en lo económico porque, por ejemplo, los sindicatos piden que se cambie un acuerdo de la Liga F con LaLiga. Resulta que la liga masculina, según los sindicatos, garantizó a la femenina 42 millones por activos comerciales en cinco años (el año pasado eran siete, este ocho, el siguiente otros ocho, el próximo 10 y el último nueve) como soporte para que pudieran arrancar. La letra pequeña, en cualquier caso, dice que todo lo que supere esos millones deberá ser repartido al 50% entre las dos ligas, cosa que el sindicato quiere fijar en un 20%.

Pero más allá de lo económico, queda todavía mucho por resolver en el convenio colectivo. Un aspecto que importa, visto lo que ha sucedido con Rubiales y su beso no consentido a Jennifer Hermoso o lo que pasó con la jugadora Nazaret Segura en el Alhama —fue vejada e insultada por su técnico—, es el protocolo de acoso, que existe, pero entienden los sindicatos que con claras deficiencias. Como que si se inicia un expediente por una denuncia, es la empresa la que pone el instructor en vez de ser uno independiente de las partes.

Los sindicatos pretenden lograr acuerdos de conciliación —como el de la federación española durante el Mundial, en el que dieron 15.000 euros a cada jugadora para que se desplazaran a Nueva Zelanda sus seres queridos—, y de maternidad, como poner las guarderías para los hijos y una sala para la lactancia (algo que ya exige la FIFA). También quieren ayudas para la formación académica porque preocupa que una futbolista no tenga futuro ni salidas cuando se retire, como no ocurre con los hombres, además de sellar un plus de antigüedad, cosa que la patronal aprueba, por más que no se esté de acuerdo en el tiempo y el dinero. Es decir, que las jugadoras cobrarán más dinero cuantos más años estén en el mismo club, pero falta por definir cuántas temporadas y cuánto debe ser la recompensa económica. Y, por otra parte, también quieren eliminar el artículo 20 de la competición que define las listas de compensación. O, lo que es lo mismo, quitar los derechos de formación como ocurre con los equipos masculinos, toda vez que los clubs piden mucho dinero para no traspasar a sus jugadoras a pesar de que cobran en ocasiones el salario mínimo. Una batalla, en cualquier caso, que parece quimérica, pero que sí podría desencallarse poniendo límites por años de formación.

Así que la pelota rueda, la huelga quedó desconvocada y las jugadoras han mejorado sus condiciones. Pero queda mucho camino por recorrer.

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