La Asamblea General de la ONU contará por primera vez con la presencia de Zelenski | Internacional
La guerra en Ucrania, la lucha contra el cambio climático y el apoyo a los países del llamado sur global protagonizan esta semana la 78 Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York. El gran encuentro anual de naciones se caracterizará tanto por sus presencias —el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, intervendrá en persona en la primera sesión, el martes, para recabar apoyo contra la invasión rusa— como por sus ausencias: China envía una delegación protocolaria. Tampoco acudirán los líderes de otros tres miembros permanentes del Consejo de Seguridad: Rusia, Reino Unido y Francia.
Ello implica que el único líder de un miembro permanente del Consejo que asistirá a la Asamblea será el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Según su consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, Biden está “deseoso” de acudir a la Gran Manzana “para impulsar los intereses y valores de Estados Unidos en toda una gama de asuntos”. Entre bambalinas, este fin de semana el propio Sullivan se reunía en Malta con el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, para tratar sobre la guerra en Ucrania y la relación bilateral, entre otros asuntos.
“En su discurso, detallará al mundo los pasos que él y su Administración han dado para impulsar una idea del liderazgo estadounidense que se basa en la premisa de la colaboración con otros para resolver los problemas mundiales más acuciantes”, agregaba Sullivan en una rueda de prensa en la Casa Blanca. Tras su intervención en el plenario de la Asamblea, el presidente estadounidense prorrogará su estancia en Nueva York el miércoles para sendas reuniones con el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Con el primero participará en una reunión con líderes sindicalistas; con el segundo, con el que ha mantenido una espinosa relación a lo largo de su mandato, sobre las negociaciones para un acuerdo diplomático entre Arabia Saudí e Israel, entre otros asuntos.
La intervención más esperada, no obstante, es la de Zelenski, programada también para esa primera sesión. Es la primera del jefe de Estado ucranio en persona en la sede de la ONU desde que comenzó la guerra en febrero de 2022 (el año pasado compareció por vídeoconferencia), y llega en momentos en los que sus fuerzas tratan de acelerar el ritmo de su contraofensiva para recuperar territorio ocupado por Rusia.
La contraofensiva ha avanzado de modo más lento de lo esperado y, tras 19 meses de combates, retrocede el interés en la opinión pública en países como Estados Unidos. Especialmente entre los simpatizantes republicanos, crece la resistencia a continuar una ayuda militar y económica que ronda los 75.000 millones de dólares, según el think tank alemán Instituto Kiel para la Economía Mundial. El presidente ucranio también aspira a que países que hasta ahora se han mostrado tibios acerca del conflicto condenen la invasión rusa de manera más tajante.
Zelenski tiene previsto reunirse con líderes en encuentros bilaterales, entre ellos Netanyahu, y participar en una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU dedicada específicamente a la guerra. En ella, podría encontrarse cara a cara con el representante de su enemigo, el ministro de Exteriores ruso Serguéi Lavrov.
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El periplo del líder ucranio por Estados Unidos continuará el jueves en Washington, donde se reunirá con Biden en la Casa Blanca —será su segunda conversación en la residencia presidencial en nueve meses— y acudirá al Capitolio para encuentros con legisladores. Precisamente, para tratar de apuntalar el apoyo a su Gobierno cuando está pendiente de aprobación un nuevo paquete estadounidense de asistencia militar y humanitaria. Esa ayuda está incluida en una ley de gasto federal que debe quedar aprobada antes del 30 de este mes.
“Creo que (Zelenski) aguarda con ganas esta oportunidad de ver no solo al presidente Biden en la Casa Blanca, sino también de reunirse con líderes del Congreso de ambos partidos para argumentar que Estados Unidos ha sido un gran socio y aliado de Ucrania a lo largo de toda esta guerra brutal, y que Estados Unidos debe continuar siéndolo”, declaraba Sullivan.
Durante la semana grande de la institución global por excelencia, que reúne a 193 países miembros, y apenas diez días después de la cumbre en Nueva Delhi de las principales economías mundiales reunidas en el G-20, los líderes mundiales también dedicarán su atención a asuntos que preocupan al sur global, en una muestra de la creciente atención de unos países ricos deseosos de recabar apoyos para Ucrania y los esfuerzos para convertir a Rusia en un paria diplomático. Distintas reuniones de alto nivel se concentrarán en el cambio climático, la financiación para el desarrollo o el agua.
Tras una negociación complicada, los dirigentes tienen previsto adoptar una declaración política sobre los Objetivos para el Desarrollo Sostenible, que busca relanzar las 17 metas adoptadas en 2015 contra la pobreza y la desigualdad que, por causas como la pandemia de coronavirus, el conflicto ucranio, el auge del autoritarismo —y el desinterés de los gobiernos—, se han estancado o retrocedido, como en el caso de la seguridad alimentaria. Para 2030, la fecha en que debían alcanzarse las metas, se calcula que 500 millones de personas aún vivirán en una miseria extrema, y cien millones de niños no estarán escolarizados. Entre los que sí acudan a clases, 300 millones dejarán los estudios sin saber leer o escribir.
“La presión va en aumento, especialmente desde países del sur global con expectativas importantes de mayor apoyo en asuntos relacionados con el desarrollo y la financiación contra el cambio climático”, apunta Noam Unger, director de la Iniciativa de Desarrollo sostenible del think tank CSIS en Washington.
Los países también abordarán asuntos como la reforma de las instituciones multilaterales y la propia ONU, en un contexto en el que la rivalidad entre Estados Unidos, la gran potencia mundial, y China, la gran potencia emergente, rivalizan en lo que parece el camino a una nueva bipolaridad global.
De modo significativo, el presidente chino, Xi Jinping, ha esquivado asistir no solo a la reunión en Nueva York, sino también a la del G-20 en Nueva Delhi hace diez días. Está en duda su participación en otro foro internacional, la cumbre APEC de países del Pacífico en San Francisco en noviembre. En cambio, sí ha acudido a otras cumbres respaldadas por Pekín, incluida la de los BRICS en Suráfrica en agosto. Por su parte, Estados Unidos cultiva nuevas asociaciones regionales, en especial en Asia Pacífico.
“Siempre ha habido búsqueda de alternativas en lo que respecta a foros internacionales. Siempre ha existido el sentimiento de que cuando no puedes obtener lo que quieres de la ONU vas a algún otro sitio”, apunta Marti Flacks, directora de la Iniciativa para los Derechos Humanos de CSIS. “Lo que ahora es diferente es que esas agrupaciones alternativas que se están desarrollando son más sólidas, más dinámicas, y hay más que estén encabezadas por competidores de Estados Unidos, particularmente China”.
La ausencia de sus grandes rivales en el escenario mundial, Pekín y Moscú, abre una oportunidad para Estados Unidos en esta ocasión para presentarse como defensor de la ONU y cuanto representa. Según Sullivan, en la participación de Biden en la Asamblea General el presidente “reafirmará y defenderá los principios básicos de nuestro orden internacional, incluida la Carta de Naciones Unidas y la Declaración Universal de los Derechos Humanos. También subrayará la necesidad de que la ONU y las instituciones multilaterales sean más representativas, democráticas y efectivas”.
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