El ‘metro’ de Gaza, el arma secreta de Hamás contra una invasión de Israel | Internacional

El suelo arenoso de Gaza es el peor enemigo de Israel. Ha podido excavarse casi con las manos, lejos de miradas indiscretas desde hace más de tres lustros, para horadar una de las mayores mallas de túneles y pasadizos del planeta en uno de los territorios más minúsculos. El Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Israel ha bautizado como metro a la estratégica red de decenas de kilómetros de galerías de uso militar, considerada como el arma secreta de Hamás frente a una invasión. Al contrario que los túneles de contrabando, en la frontera con Egipto, o los pasadizos de ataque excavados bajo la divisoria con Israel, nadie ha vivido para contar que ha visto el metro de la Franja palestina.

El objetivo central de la invasión en ciernes será previsiblemente la red de refugios subterráneos donde se ocultan los líderes políticos de Hamás y los mandos de su brazo armado, las Brigadas de Ezedin al Qasam. Israel lanzó en 2014 una guerra a gran escala, que incluyó una amplia operación terrestre, durante dos meses, para destruir las galerías subterráneas. En 2021, en la última gran incursión del ejército, volvió a proclamar su destrucción, al tiempo que justificaba los bombardeos del barrio residencial de Rimal, en la capital del enclave, donde se registraron decenas de víctimas civiles. Los cráteres y socavones abiertos por las bombas solo mostraban en ese distrito, tras 11 días de intensos bombardeos, el característico suelo arenoso de Gaza, sin restos de hormigón ni vigas metálicas, cuando la prensa extranjera pudo visitar la zona.

“Hamás afirma que hay 500 kilómetros de túneles. Pero creo que esa cifra es una forma de desincentivar a Israel para que no irrumpa en Gaza”, explica Harel Chorev, historiador e investigador del Dayan Center de la Universidad de Tel Aviv. “Lo que sí es cierto es que hay docenas de kilómetros construidos, desde donde se lanzan cohetes y se almacena armamento. También hay salas de suministros, reservas de agua, dispositivos electrónicos y todo lo que se puede necesitar ante un ataque”, precisa en una videollamada.

El laberinto de túneles, algunos de los cuales discurren a más de 30 metros de profundidad, es uno de los secretos mejor guardados por los mandos de las milicias de Hamás. A diferencia de las telarañas de pasadizos de Al Qaeda en el montañoso este de Afganistán, hace dos décadas, o de las ciudades bajo tierra excavadas por el Vietcong en las selváticas fronteras vietnamitas hace 50 años, las galerías del metro de Hamás discurren por el subsuelo de zonas urbanas densamente pobladas. Para destruir sus túneles tendrán que inundarlos, como hizo Egipto con los pasos subterráneos de contrabando del sur, o volarlos, como las galerías de ataque y penetración bajo la frontera. Los israelíes también tienen la opción de recurrir a robots artificieros para desactivar bombas trampa antes de tomarlos al asalto.

La ONU, a través de su agencia para los refugiados palestinos, la UNRWA, ha sido la única fuente distinta a los bandos en conflicto que ha dejado constancia de la existencia de la red de túneles. El año pasado fue localizada bajo el terreno de una de las escuelas de la agencia en Gaza una “cavidad hecha por el hombre”. La UNRWA denunció el hallazgo como una violación de su neutralidad en el conflicto y lo calificó de amenaza para la seguridad de los alumnos.

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Un miliciano de las Brigadas Al Quds, ala militar de la Yihad Islámica, toma posición en la entrada de un túnel en Beit Hanun, en el norte de Gaza, el 18 de mayo de 2022. Ahmed Zakot (SOPA Images/LightRocket via Getty Images)

Israel ha capturado a decenas de milicianos de los servicios de inteligencia de la Nujba, la unidad de élite de Ezedin al Qasam, destaca el profesor Chorev. “Fueron entrenados en los túneles y pueden conocer con exactitud las entradas y las salidas de la red”, sostiene. “Uno de los mayores retos para las Fuerzas Armadas es que se desconoce con qué tipo de armas cuenta Hamás en los túneles, de la misma forma que no conocían la capacidad de ataque de Hamás antes el 7 de octubre”, advierte.

“Los túneles fueron construidos con un coste de muchos millones de euros. Es una infraestructura realmente cara, porque se necesita cemento, hierro y otros elementos que elevan el gasto”, concluye el experto de la Universidad de Tel Aviv, quien apunta a que los materiales fueron desviados de la ayuda humanitaria internacional para la población civil.

Antes de construir una barrera subterránea en torno a la Franja por un coste cercano a los 1.000 millones de euros, Israel bombardeaba sistemáticamente los túneles, donde decenas de milicianos de Hamás o de la Yihad Islámica quedaban enterrados en vida. Egipto, por su parte, inundó mediante canalizaciones de agua de mar las galerías de contrabando utilizadas para sortear el bloqueo impuesto a la franja de Gaza. Junto con los pasadizos de ataque y de contrabando, Hamás ha recurrido al lanzamiento de cohetes para hacer frente a Israel. El ejército respondió con el despliegue del escudo defensivo Cúpula de Hierro, que intercepta los proyectiles. Pero frente a los túneles dentro de la Franja aún no cuenta con otra alternativa que los bombardeos masivos, con un alto coste en vidas de civiles, o una operación terrestre frente a una guerrilla especializada en el combate urbano.

“En 2014 sabíamos que había túneles que cruzaban a Israel, pero ahora sabemos que hay decenas de redes que se mueven desde dentro de la misma Franja”, reconoce Raphael Cohen, investigador especializado en Oriente Próximo del centro de análisis RAND. “Israel prefiere luchar por el aire. Una vez entren los militares por tierra, mucha de la información de inteligencia del ejército va a quedar obsoleta. Por el momento, solo tienen una idea aproximada de estas redes y han estado entrenando para una batalla [subterránea]”, apostilla este experto contactado mediante videollamada.

“No hay una manera clara de operar militarmente en Gaza. Punto. Con su densidad poblacional (más de 2,2 millones de habitantes en apenas 365 kilómetros cuadrados), siempre va a haber problemas para proteger a los civiles, sea en ataques por aire o una incursión terrestre, imprescindible si se pretende rescatar a los secuestrados”, subraya Cohen, antes de concluir que “no se puede destruir una extensa red de túneles solo con los bombardeos, como se ha intentado hacer hasta el momento”.

El ataque del pasado día 7 se saldó con más de 1.400 muertos en territorio israelí, en su mayoría civiles, y con dos centenares de secuestrados, cautivos, ahora bajo tierra en el enclave costero palestino, y mostró un nuevo tipo de túnel hasta el momento desconocido. Pasadizos de ataque que ya no atraviesan la frontera israelí, protegida por una barrera subterránea de metal y cemento y dotada de sensores electrónicos. Su salida emergía dentro de Gaza, a escasos metros de la valla de separación, para permitir que los atacantes la echaran abajo sin que los sistemas de observación israelíes detectaran sus movimientos antes de asaltar cuarteles, kibutz (cooperativas agrícolas), poblaciones próximas o el recinto de un festival musical para jóvenes en las inmediaciones de la Franja en el ataque singular más letal sufrido en la historia del Estado judío.

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