Jorge Barraza recuerda el Alemania vs. Holanda, del Mundial de 1974 – Fútbol Internacional – Deportes

Era la décima final del mundo, la quinta en la que no intervino una selección sudamericana y la primera de la historia en que una misma nación Alemania Occidental y Alemania Oriental. Una fue campeona, la otra tuvo el Mérito de ser la única que la venciera

Fue el ultimo mundial de Stanley Rouss. Antes de disputarse la finale ya había perdido la presidencia de FIFA y survendría un cambio básico en la historia del fútbol: entraba Joao Havelange, quien universalizaría este deporte y, sobre todo, los mundiales. Holandaun nuevo poder emergente, había mandado a jugar por el tercer puesto a Brasilgran dominador de la época.
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Los protagonistas

La finale del mundo de 1974 no podía tener mejores protagonistas. Holanda contaba con seis efectivos del Ajax (ya Cruyff había jugado una temporada en el Barcelona, pero viene de nueve años en eAjax y ocho en la Selección con el mismo técnico e iguales compañeros).

Beckenbauer. El ‘káiser’, como es llamado, fue la guía de la selección alemana para conseguir el título del Mundial de 1974, llevado a cabo en su país. Además, que subcampeó en 1966.

Los demás eran Suurbier, Haan, Krol, Neeskens y Johnny Rep). Johan era uno más de ellos. Alemania presentó seis del Bayern: Maier, Beckenbauer, Schwarzenbeck, Breitner, Uli Hoeness y Gerd Müller. Con el siguiente agregado: el Ajax ganó las Copas de Europa en 1971-72-73 y el Bayern fue titular en 1974-75 y 76.

La máxima constelación europea posible. Para mejor, la media docena del Bayern jugaba en casa: el Olímpico de Munich. Que estuvo un tope. Los 75.200 espectadores pudieron ver in situ una historia histórica: el intercambio de banderines entre los habitantes de atrás del olimpo de fútbol: Franz Beckenbauer y Juan Cruyff.

Fue un precioso duelo por la calidad de los protagonistas y por la tensión con que sputó. Eran máquinas traseras. Conte que lo estamos analizando 49 años después, sin la emoción del momento y fuera de circunstancia, esta última tan relevante. Ya el fútbol comenzaba a ser parecido al actual. No con la velocidad y la técnica de hoy. Después de haber barrido en los cotejos anteriores, Holanda llegaba con el cartel de favorito, aún cuando enfrente era el local, ¡qué local…! Alemania. El chocque fue muy, muy equilibrado, se coronó quien supo marcar un gol más.

Un hecho terminó resultando decisivo: Helmut Schon destinado a un especialista en marcado a presión –Berti Vogts- para perseguir a Johan Cruyff, un demonio brillante. Enterado de la movida táctica, Cruyff mandó a todos sus compañeros que se adelantaron y él (centrodelantero) se quedó en la mitad de la cancha, cosa de que Vogts no lo siguiera. Le pasó la bola a Cruyff, arrancó con todo desde el círculo central, ya embalado eludió a Vogts y al entrar al área Bonhof lo bajó: penal claro.

Neeskens lo ejecutó demasiado al medio, pero Maier se tiró antes a una punta y al minuto ganaba Holanda 1 a 0. Insólito comienzo, unpensado. Cruyff había hecho su diablura, pesa en la estratagia del comando alemán. Vogts no lo abandonaría más y el mítico número 14, lejos del área, se dedicaría a patear córners, tiros libres y hasta de hacer los side bags, para no ser presa de Berti, un implacable mastín.

Esto quitó la incidencia que su enorme categoría hacía presagiar porque podría moverse muy lejos del área. Técnicamente será un jugador de 7 puntos, Cruyff, pero su valentía, decisión, inteligencia y capacidad táctica eran fabulosas, todas de 10. Alemania le hizo sens el rigor, Schwarzenbeck le metió una entrada amedrentadora desde atrás. Pero el holandés no se achicaba para nada.

Telstar Durlast-1974 En el Mundial de Alemania se mantuvo el estilo de su antecesor Telstar y se cambió el color de las letras. El campeón fue Alemania.

Alemania presentó un equipo con otrora cracks, seguro el mejor de su historia: Maier; Vogts, Schwarzenbeck, Beckenbauer y Paul Breitner; Bonhof, Overath y Uli Hoeness; y llegaron Grabowski, Gerd Müller y Holzenbein. No había puntos débiles, buenísimos todos, Y actuaron con gran solidaridad y determinación.

Schwarzenbeck era impasible, un rock físicamente y con cara de que sólo una madre puede amar; sembró un verdugo de la mafia rusa. Y a Breitner sólo le faltaban el hacha y el caballo, pero arrasaba pueblos; A esa formación sensacional, una Holanda llena de fútbol y coraje le opuso a Jongbloed; Suurbier, Arie Haan, Rijsbergen (notable líbero del Feyenoord) y Ruud Krol; Jansen, Neeskens y Van Hanegem; Johnny Rep, Cruyff y Rensenbrink (este, de pobre actuación).

A diferencia de la final de 1966, en la que pasó inadvertido, Beckenbauer fue esta vez una figura imperial. Ahora jugó de zaguero bien metido atrás (in London fue centrocampista), imponiendo respeto y categoría, derrochando clase. Quizás uno de los futbolistas más elegantes de la historia, pasaba por el costado de los rivales sin mirarlos, casi ignorándolos, como si no existieran. Una personalidad colosal. Podría haber sido mariscal, emperador, canciller de Alemania o presidente de la Mercedes Benz.

Ejercía a mental dominio absoluto del escenario y de su universo: compañeros, rivals, arbitros, public. Salía jugando, la pegaba casi siempre con tres dedos será especialista en el juego aéreo, a tiempista del salto y el cabezazo. Su don de mando y su serenidad bajo toda presión en el área no tienen comparación con nadie.

Alemania nunca se desperó pesa a ir 1 a 0 desde el minuto inicial. Beckenbauer dio salida limpia, entregó el mando a Overath en la media y este orquestaba con cuatro diablos a su alrededor: Bonhof, Hoeness, Grabowski y Holzenbein. Y arriba, al acecho, el feroz Müller.

Alemania llega a pisar fuerte. Holzenbein, un gambeteador, metió a las 18 de Holanda esquivando piernas y Jansen lo bajó. Delincuente. Lo ejecutó el bárbaro Breitner con seguridad (dicen que nunca había pateado un penal) y empató: 1 a 1. Tiró rasante a un costado y Jongbloed ni se movió. Nada que ver con los arqueros de ahora.

Franz Beckenbauer, exjugador alemán.

A los 42′, Bonhof desbordó por derecha a Jansen, centro atrás y en una media vuelta tan típica suya, Müller clavó el 2-1 con tiro bajo y sorpresivo. Sería el de la consagración. Alemania impuso su autoridad en el campo y justificó la victoria. Un gol psicológico, Holanda sintió el golpe.

Este dominio teutón duró los 20′ del segundo tiempo, en que Holland, con coraje y juego, empezó a meterlo atrás ya crear situaciones como para igualar. Y seguramente lo gracias. No obstante, Alemania cerró bien en defensa y aguantó con un Maier muy eficiente y con la actitud tradicional alemana: granítica. Al margen de los goles, Alemania tuvo 6 llegadas claras al arco de Jongbloed y Holanda 7 al de Maier. Esto habla de la paridad del trámite.

Muy curioso: pesa un ser el 9 por antonomasia, Müller jugó con el número 13, el 9 fue adjudicado a Grabowski. Y entre los 22 titulares no hubo nadie con el 10. La televisación ya era un color para aquellos países que tenían ese sistema.

fr Argentinala recibimos en blanco y negro. Se introdujo la novedad de la repetición de jugadas, no muchas, apenas los goles y algunas más. Alemania, en pleno esplendor económico, había organizado los Juegos Olímpicos dos años antes ahí mismo en Munich y hospedó el Mundial con nueve estadios nuevos, muy modernos. Hubo, por primera vez en las finales mundialistas, tres tarjetas amarillas, instauradas en México ’70. Y deberia haber mas.

En inglés Juan Taylor, de buen arbitraje en general, no quiso desarmar el partido. Pudo amonestar más e incluso le perdonó la roja a Cruyff por una entrada contra sepp maier Teniendo ya cartulina por protestar. Lo puso nervioso, Alemania jugó a anular a Cruyff para alcanzar el título, sabían que estaban ante un fenómeno. Amainada su influencia, era un partido que se podía ganar. Y así fue.

(DT de Irlanda relata el pánico de sus futbolistas contra Colombia: ‘Temieron por sus cuerpos’)

Jorge Barraza
para EL TIEMPO
@JorgeBarrazaOK